Project Description
SAÚL GARCÍA
1980, Madrid, España

Nací en Madrid, pero vine a criarme a Morón de la Frontera, donde mis papás regentaban una librería –
papelería y, como en la mayoría de estos casos, me quedaron dos alternativas: amar u odiar ese mundo. Creo que en cierto modo escogí ambas, descubriendo ese sentimiento de «amodio» que me ha seguido hasta hoy día y que me retrata en gran medida. Aquello supuso un acceso privilegiado a cómics, libros y materiales. Así que me encerré en mi cuarto en cuanto pude y, salvo el extenso periodo sabático de la adolescencia, podría decirse que sigo allí…
Seguía en el cuarto cuando iba a la EGB, cuando pasé por mendrugo del BUP a la LOGSE, y ni siquiera hice por salir cuando cursé las Bellas artes, lo que se tradujo en una carrera no finalizada y en una ignorancia supina a la hora de mezclar colores.
No obstante, y a pesar de mis limitaciones, quisiera pensar que me he defendido lo mejor que he podido:
A los veintiún años se me brindó la oportunidad de realizar mi primer trabajo profesional, ilustrando relatos ganadores del concurso de literatura infantil de mi pueblo. Desde entonces, he ido desarrollando una carrera bastante irregular como mercenario artístico. O sea, que he hecho cosas por dinero de las que prefiero no hablar y como Brando en aquella peli tan larga, alguna vez he conocido el horror.
En la última década he colaborado con un antiguo compañero de estudios con el que he desarrollado proyectos variopintos e interesantes, como la cartelería, la creación de ilustraciones para secuencias de animación en cortos y documentales o mi penúltimo y mayor trabajo hasta la fecha, la realización de la saga literaria Las aventuras de Tocino Volador (Sí, habéis oído bien).
Con respecto a mis influencias, sería justo decir que el cómic ha sido mi gran maestro, al menos en el aspecto técnico. Mi otra gran fuente fue la animación, en especial la japonesa, que presentaba conflictos más ricos y complejos y sobre todo, un respeto por el espectador bastante inaudito por aquel entonces. Quizá mi inspiración más significativa de aquella época fue el tremendo Akira de Katsuhiro Otomo, que a su vez bebía de las obras de Moëbius. Las «influencias clásicas» no vendrían hasta la época universitaria. El resto de musas que han dado forma a mi producción se diseminan entre la literatura más personal, la historia de los videojuegos, el cine o la bendita música…
No sabría definir bien mi estilo porque, de entrada, no estoy seguro de que tenga uno. Mientras más intento concretarlo, más se desdibuja, menos claro lo tengo… me gustan demasiadas cosas y por diferentes motivos. Sería extraño y fascista desechar unas y aceptar otras, solo por buscar ‘una línea’… Hace algunos años que, por salud, he decidido dejar de pensar en ello.
Actualmente vivo en un campo con tres perros, mi madre y Elena, la mujer que quiero. Ya no bebo (y menos mal), aunque sí que fumo. Cuando no estoy trabajando de lo mío o haciendo de hortelano casual, me gusta darle un meneo a mi colección de juegos pirateados -anormal, inmoralmente extensa-, o seguir engrosando mi eterna lista de escritos y composiciones al ukelele. Aunque eso es ya otra historia… (¿se decía así?).