Uno de los rasgos que da mayor personalidad a esta obra es su experimentación formal, el rechazo de las convenciones y de las formas rutinarias de contar. Castro Lago usa recursos muy variados y en cada texto establece reglas diferentes. El lector pasa de un relato a otro igual que los niños de mi generación, al acabar una partida, a veces cambiábamos de tablero y escogíamos otro de los muchos que contenía aquella caja llamada «Juegos reunidos», con su tesoro de fichas, dados y piezas. Cada texto de este libro exige olvidar las reglas del anterior y seguir unas nuevas. Castro Lago es un mago que no repite sus prodigios.
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